La exquisita SHUNKAI, cuyo otro nombre era Suzu, fue
obligada a casarse en contra de su voluntad cuando aún era muy joven. Más
tarde, tras la disolución de ese matrimonio, asistió a la universidad, donde
estudió filosofía.
Ver a Shunkai era enamorarse de ella. Además, dondequiera
que iba, ella misma se enamoraba de los demás. El amor la acompañó durante su
etapa universitaria y, posteriormente, cuando la filosofía dejó de satisfacerla
y visitó un templo para aprender sobre el budismo zen, los estudiantes zen
también se enamoraron de ella. Toda la vida de Shunkai estuvo impregnada de
amor.
El abad de Kennin, Mokurai
—Trueno Silencioso— era severo. Él mismo respetaba estrictamente los preceptos
y esperaba lo mismo de los sacerdotes. En el Japón moderno, cualquier fervor
que estos sacerdotes hubieran perdido por el budismo parecía haberse trasladado
al deseo de tener esposas. Mokurai solía tomar una escoba y ahuyentar a las
mujeres cuando las encontraba en alguno de sus templos, pero cuantas más
esposas expulsaba, más parecían regresar.
En ese templo en particular, la esposa del sumo sacerdote se
sintió celosa de la seriedad y la belleza de Shunkai. Escuchar a los
estudiantes elogiar su práctica comprometida del Zen la hizo sentir celos y envidia.
Finalmente, difundió un rumor sobre Shunkai y el joven que era su amigo. Como
consecuencia, él fue expulsado, y Shunkai también fue obligada a abandonar el
templo.
«Puede que haya cometido el error del amor», pensó Shunkai,
«pero la esposa del sacerdote tampoco debería permanecer en el templo si mi
amigo va a ser tratado tan injustamente».
Esa misma noche, Shunkai, con una lata de queroseno, prendió
fuego al templo de quinientos años de antigüedad y lo redujo a cenizas. Por la
mañana, fue detenida por la policía.
Un joven abogado se interesó por ella y se esforzó por
reducir su condena. “No me ayudes”, le dijo. “Podría decidir hacer otra cosa
que solo me llevaría de nuevo a prisión”.
Finalmente, cumplió una condena de siete años y fue
liberada. Durante su tiempo en prisión, incluso el alcalde, de sesenta años, se
enamoró de ella.
Pero ahora todos la veían como una “convicta”. Nadie quería
relacionarse con ella. Incluso los practicantes del zen, que supuestamente
creen en la iluminación en esta vida y con este cuerpo, la rechazaron. Shunkai
descubrió que el zen era una cosa, y sus seguidores, otra. Sus parientes
tampoco querían tener contacto con ella. Se enfermó, empobreció y debilitó.
Escribió su propia historia en un esfuerzo desesperado por
sostenerse, y parte de ella se la contó a una escritora. Así llegó su relato al
pueblo japonés. Aquellos que la rechazaron, que la calumniaron y la odiaron,
ahora leen sobre su vida con remordimiento.
Fuente Web: The Story of Shunkai
Tres puntos que me gustaría destacar son los siguiente
·
Rechazo social y prejuicio: A pesar de la
sinceridad de Shunkai y su genuina búsqueda espiritual, es juzgada por su
pasado y por el simple hecho de ser mujer en espacios dominados por estructuras
patriarcales. Su presencia incomoda no por lo que hace, sino por lo que
representa: una ruptura con los roles tradicionales asignados a las mujeres.
·
Hipocresía religiosa: El contraste entre
los principios del Zen —como la compasión, la iluminación y la no
discriminación— y el comportamiento excluyente de sus seguidores evidencia una
profunda incoherencia entre la doctrina y la práctica. Esta doble moral revela
cómo incluso los espacios espirituales pueden reproducir dinámicas de poder
injustas.
·
Falta de empatía y sororidad: La
percepción de la mujer como rival, en lugar de aliada, pone en evidencia que la
discriminación hacia las mujeres no proviene únicamente de los hombres, sino
que también puede ser ejercida por otras mujeres. La actitud de la esposa del
abad refleja una ausencia de sororidad, donde el juicio y la exclusión, debido a emociones poco nobles, reemplazan la comprensión y el apoyo mutuo.
🙏