Su historia es una de las más
conocidas y su nombre de los más mencionados. Forma parte del grupo de las primeras
monjas budistas quienes al atravesar un dolor muy fuerte, como es la muerte del
hijo, en este caso, generan en ellas una
conversión interna que cambia su interpretación con respecto a la existencia
humana y su devenir.
Kisa procedía de la familia
Gotami de Savatthi quienes eran pobres a
pesar de que su tío materno fue el rey Suddhodhana, el padre de Buddha Sakyamuni.
Sin embargo, como poseía una belleza física y gracia en la forma de hablar pudo
casarse con el hijo de un hombre rico y de mayor casta. Los primeros tiempos de
su matrimonio le fueron muy difíciles ya que no era aceptada por su familia
política, quienes la hacían a un lado debido a su diferencia social. Pero esto
cambió cuando la fortuna le sonrió al tener como su primogénito a un varón. De
ahí en más pensó que alcanzaría todo aquello con lo que había soñado: respeto y
reconocimiento social.
Mientras su hijo crecía
felizmente hacía planes para tener más hijos varones y consolidar, de este modo
su posición dentro del clan. Pero esto no perduró por mucho tiempo ya que su
hijo súbitamente enfermó y murió. En un solo día su vida cambió completamente.
Ella enloqueció, e incapaz de
aceptar la realidad, comenzó a deambular con el cuerpo del niño en sus brazos
buscando una medicina que pueda curarlo. Las personas a quienes recurría le
decían que ya no había cura porque el niño estaba muerto, y se alejaban de
ella. De cada persona a quien acudía obtenía la misma respuesta, hasta que
alguien mencionó al sabio de los Sakya, de quien se decía que era capaz de
hasta devolver la vida a aquellos que habían muerto.
Kisa recordó y corrió a su encuentro. Al verlo le imploró que le
devolviese la vida a su hijo quitándole de esta forma el dolor que sentía en
su corazón. Luego de escuchar su ruego y contemplando a Kisagotami sosteniendo
al cuerpo del niño muerto en sus brazos sabiamente le dijo lo que ella estaba
necesitando: “Ve y tráeme una semilla de mostaza de una casa en donde nadie
haya perdido un hijo, un cónyuge, hermano, padre, pariente o amigo”. Salió a
buscar la semilla llena de esperanzas ya que las plantas de mostaza estaban en
los jardines de todas las casas. Incrédulamente creyó que las semillas serían
la medicina que le regresaría a su hijo.
Comenzó a recorrer el pueblo
descubriendo que, si bien había plantas de mostaza, también una persona en ese
hogar había muerto. De cada lugar recibía la misma respuesta, en cada hogar
había muerto un familiar o un amigo. De forma paulatina fue confrontándose con
la realidad: No había ninguna persona que no hubiese perdido un ser querido, y
ella era una más entre todos. La cordura regresaba a ella sabiendo que la
muerte, la finitud, no le sucedió solamente a su hijo sino que es común a todas
las personas, a todos los seres vivos, a todas las existencias.-
Llevó el cuerpo del niño hasta el
bosque y lo cremó, a continuación regresó donde se encontraba Sakyamuni Buddha
y le dijo: “Comprendí”. Tiempo después ingresó a la orden de mujeres y fue una
de las discípulas más entregada a las enseñanzas del camino de la liberación. Su
austeridad se transformó en una
característica que la destacó. Finalmente, alcanzó la paz del nirvana.
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En la antigua fuente de textos budistas conocida como el Tipitaka o Canon Pali se encuentra el capítulo Samyutta Nikaya que, junto con el Therigatha forman un conjunto de suttas pertenecientes a las primeras monjas budistas. En ambos hay poemas y versos junto a prosas referidos a Kisagotami.
En el tercer sutta del Samyutta
Nikaya se presenta a Mara, el maligno, confrontando a solas con Kisagotami. En
el texto se destaca la intención de Mara de seducir a Kisagotami con la
búsqueda de un hombre con quien engendrar un hijo. Intenta renovar en su
corazón el deseo de la maternidad, sin embargo, la respuesta de ella revela su
capacidad para resurgir del dolor con una nueva fuerza espiritual otorgada por
el despertar.-
Discursos de las Monjas Antiguas
Bhikkhuni-Saṁyutta
(Samyutta Nikaya, Libro V)
Estando en Savatthi,
la monja Kisagotami se vistió y tomando su manto exterior y su bol, se dirigió
al pueblo para mendigar comida. Luego de la ronda de mendicidad, comió y se
internó en lo profundo del bosque para
pasar el resto del día. Al llegar a la zona más oscura se sentó al pie de un
árbol.
Entonces, Mara, el maligno con deseo de despertar el miedo, temor e inseguridad en la monja Kisagotami, se acercó a ella y le habló de la siguiente forma:
“¿Por qué ahora, cuando tu hijo
está muerto
Estás sentada sola, con el
rostro lleno de lágrimas?
Habiendo entrado sola al bosque,
¿Estás buscando a algún hombre?”
Entonces, a la monja Kisagotami se le ocurrió el siguiente pensamiento: “¿quién es este que recita el verso –un ser humano o un ser no humano?” Acto seguido se le ocurrió esto: “este es Mara, el Malvado, quien recita el verso deseando causarme miedo, temor e inseguridad, deseando hacerme caer de la concentración.”
Entonces, la
monja Kisagotami, habiendo entendido “este es Mara, el Malvado”, le replicó en
versos:
“He conseguido superar la muerte
de mi hijo,
Y los hombres pertenecen al
pasado.
No estoy triste ni estoy
llorando,
Tampoco te tengo miedo, amigo.
El placer ha sido destruido
completamente,
La gran tiniebla ha sido apartada.
Habiendo conquistado los
ejércitos de la Muerte,
Estoy morando
sin restos algunos de las contaminaciones”.
Entonces, el
Mara, el Malvado se dio cuenta de eso: “la monja Kisagotami me conoce”, por lo
cual, triste y decepcionado desapareció de allí.
Referencias
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