Punnika
Hace dos mil quinientos años la mayoría de las tribus de la región del norte de India estaban formadas por clases sociales o castas. Las personas al nacer eran ubicadas en alguna de estas castas, siendo la superior la de los brahmanes o sacerdotes quienes, según el hinduismo, eran originarios de la boca de Brahma. Luego estaban los chatrías o guerreros, que nacían de sus brazos; los vaishias, o campesinos y mercaderes, que nacían de los muslos del dios, y que debían pagar impuestos, y por último, en el nivel inferior, estaban los que habían emergido de los pies de Brahma; los sudras que eran los obreros o siervos. Los sudras eran de piel más oscura y pertenecían a los pueblos sometidos. A ellos estaba asignado el trabajo doméstico. Preparar los alimentos, realizar tejidos, o cosechar los cultivos eran algunas de sus tareas. Para los sudras estaba vedado, entre otras cosas, el aprendizaje de la escritura y las enseñanzas védicas.
Punnika (o Punna) pertenecía a esta clase social. Nació en Savatthi, en la casa de Anathapindika, el banquero, un devoto seguidor de Budha. La tarea de Punnika, era llevar agua desde el río hasta la casa, lo cual detestaba pero no tenía otra elección. Su amo podía venderla o bien castigarla. Esto no quiere decir que estuviera en los pensamientos de Anathapindika, pero ella no quería ponerlo a prueba y, con disgusto, una y otra vez acarreaba el agua. Durante la época de verano esta tarea se hacia más tediosa, el calor, los animales, las lluvias, el barro, hacían que su corazón se llenase de resentimiento y disgusto. Se dice que en vidas anteriores había acumulado gran mérito pero debido a su orgullo no había alcanzado la liberación.
En una ocasión, en el camino entre el río y la casa vio una multitud que rodeaba a un hombre: Siddharta. La voz de éste era clara y serena, pero para Punnika se asemejaba al rugido de un león que rompía sus oídos y atrapaba su mente. La vida como esclava había presionado a Punnika sin dejarle espacio para elección. Nada podía exigir, nada podía controlar, ni siquiera su propio ser.
En ese momento vio el falso mundo que había creado en su mente. Sus ilusiones que le habían hecho creer en una falsa verdad que dividía la vida en: arriba, abajo; superior, inferior; bueno, malo. Escuchando las palabras de Buda compendió su esclavitud de una nueva forma: “Este cuerpo y mente solo saca agua, camina, duerme, tan libre y cambiante como el aire”. Una vez que su mente se abrió, su tarea de acarrear agua se tornó sencilla. Estaba en paz.
Pasado un tiempo, estando en el río, observó cómo un brahmán que se llamaba Udakasuddhika tomaba un baño de purificación. Y, como si fueran amigos, sin orgullo ni vergüenza le preguntó:
P.- “Yo soy una esclava, cuya función es llevar agua del río hasta la casa, aunque haga frío, llueva o le tenga miedo a los animales, porque más le temo al castigo y a las palabras de enojo de mi ama, pero ¿A qué le temes tú, Brahmán, que siempre tomas tu baño de purificación con tus extremidades temblando por el frío?”
U.- “Punnika, seguro que tú lo sabes, estoy lavando el karma de mi cuerpo. Quien sea, joven o viejo, a través del agua realiza la ablución de los malos actos, es la liberación del mal karma”
P.- “¿Quién te dijo esto, un ignorante a otro ignorante, que el agua abduciría el mal karma? En ese caso todos iríamos al paraíso, ranas, tortugas, cocodrilos, serpientes, y todos los demás seres que viven en el agua. Ovejas, carniceros, puercos, cazadores, pescadores, ladrones, verdugos y cualquier otro hacedor del mal, obtendrían la liberación de todo el mal karma realizado por medio de la ablución del agua. Si este río es capaz de llevarse todo tu mal karma, también es capaz de llevarse todo tu mérito realizado, entonces estarías completamente excluido. Cual sea tu temor, tú que siempre vienes al agua, ya no lo hagas. No dejes que el frío dañe tu piel”.
U.- “He estado siguiendo una senda miserable y ahora, tú, noble dama, me traes nuevamente hacia el verdadero sendero. Te doy esta túnica para baños de purificación”
P.- “Mantén contigo la túnica, yo no la necesito. Si tienes miedo al dolor, si no quieres sentir dolor, no realices mal karma, ya sea para otros o para ti mismo. Pero si realizas o realizaras mal karma, no ganarás libertad a través del dolor, aún si vuelas hacia arriba o huyes a toda prisa. Si le temes al dolor, si te disgusta el dolor, ve y toma refugio en Buda, el Dharma y la Sangha. Toma los preceptos: Eso te dará tu liberación.
U.- “Tomo refugio en Buda, el Dharma y la Sangha. Practicaré los preceptos. Esto es bueno. Una vez fui solo un rey Brahmán. Yo tenía los tres conocimientos y un gran saber. Ahora soy un Brahmán verdadero. Estoy liberado.-
Poco tiempo después el propietario de Punnika se enteró del diálogo que había mantenido con el brahmán, debido a que éste había comentado entre la gente como había quedado impactado por el profundo conocimiento que poseía la esclava. Desde ese momento Anathapindika comenzó a mirar con otros ojos a Punnika.
Cuando ya no hay diferencias que mantener, cuando el orgullo se ha disipado y la verdadera humildad surge, ya no hay nada que defender o temer. La próxima oportunidad que Punnika se encontró con Buda, ella se le acercó y con sus baldes en las manos le preguntó si podía ser ordenada monja. Ella sabía que no era posible, ningún esclavo tenía el mérito para ello, pero no podía dejar de preguntar. Buda sonrió y se marchó sin decir nada, al menos ella había obtenido una sonrisa.- Siddharta envío a unos monjes a investigar las circunstancias que rodeaban a la esclava y cuando supo de ello, habló con Anathapindika.
Inmediatamente, Anathapindika tomó como hija a Punnika y más tarde le otorgó su permiso para unirse a la orden monástica. La gratitud que sintió Punnika fue inmensa y tomó su práctica no para demostrar su valía, su dignidad o disipar su miedo, sino como si estuviese dando su vida como regalo al mundo. Ella meditaba sobre la vacuidad, sobre la no forma; iluminado-esclavo, y no le llevó mucho tiempo alcanzar el estado de arhat.